Cuando en 1968 publicó Muertes y maravillas, que recogía su obra anterior y añadía nuevos poemas, Teillier no solo consiguió algo parecido a la consagración, sino que lo hizo acompañado de un mapa de ruta: el prólogo de dicho libro es “Sobre el mundo que verdaderamente habito”, una poética donde levantó la bandera de la poesía lárica como un escudo ante un mundo mecanizado donde el comercio se imponía cómo la única moneda de cambio. “Frente al caos de la existencia social y ciudadana los poetas de los lares pretenden afirmarse en un mundo bien hecho, sobre todo en el del mundo del orden inmemorial de las aldeas y de los campos, en donde siempre se produce la misma segura rotación de las siembras y cosechas, de sepultación y resurrección, tan similares a la gestación de los dioses (recordemos a Dionisos) y de los poemas”, anotó. 

Del prólogo de Roberto Careaga C.